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Aclowntratemps: El diario de trabajo de la compañía.
Literatura Propia: Escritos poéticos de mi puño y tecla.
Reflexiones sobre el Teatro: Pues eso.

lunes, 22 de febrero de 2010

Viaje II

Un día intenté atravesar el muro y me hice una brecha en la cabeza. Me curaron la herida y me hicieron tomar calmantes... Cuando dejaron de sedarme, lo volví a intentar, pero esta vez tomé más precauciones. Me envolví de una espesa niebla, froté la tapia del patio con una flor y me lancé a toda carrera con la cabeza por delante. El sonido fue como el de una calabaza que se cae desde la furgoneta de la frutería y revienta en suelo. Mientras veía como las pepitas se esparcían por tierra, recordé un sueño que tuve hace tiempo en el que salías tú, con aquél vestido rojo que tanto me gustaba... recuerdo que en el sueño olías como a encuentro fortuito en el cine o algo así. Era un sueño azul y gris, que se había perdido entre habitaciones blancas y flores de vivos colores... pero en ese momento lo recordé rojo, como tu vestido. Me saludabas porque llegaba en el tren de las dos. Dimos un largo paseo, subimos a un árbol y se te rompió el vestido con una ramita, pero no te importó... fue un sueño agradable, pero el recuerdo me ha venido con la boca muy seca y sólo me ha dado sed. Es la primera vez que un recuerdo me da sed.

Mientras me agachaba para recoger los restos de la calabaza que impreganaban el suelo, la niebla se disipó y fue sustituída por un zumbido sordo, pero cuando cerré los ojos cesó. Los mantuve cerrados para no seguir oyéndolo.

Es entonces cuando de verdad empezó el viaje.

El principio me resultaba muy familiar por el ruido de las sirenas, pero poco a poco las imágenes se hacían más y más nítidas conforme entraba en el coma. Primero, un océano de tiempo azul que se extendía por toda la galaxia, inundando cientos de estrellas que vertían lluvias de colores sobre una pradera de verde y amapola. Después un desierto de sonrisas, con dunas de caramelo y camellos con tres jorobas y un reloj de arena en cada una. Al final del desierto, una selva de cristal y menta poblada de señores bajitos y monjas que pedían dinero para niños huérfanos y niñas embarazadas del Perú.

Cuando salí del coma entré en una bola de cristal que cambiaba de color cuando bajaba la temperatura y donde vivían los padres de Camila: el viento y la lluvia. Allí me enseñaron a caminar descalzo y a construir jaulas para grillos. Viví con ellos un tiempo, hasta que me convertí en el mejor constructor de jaulas para grillos del mundo y me dediqué a cazar grillos, enjaularlos y después soltarlos para que sintiesen la sensación de ser libres. Ahora soy un experto cazador de grillos y siempre estoy al acecho, por si acaso.

Cuando vuelva seguiré regando las flores del patio durante una temporada y después iré a buscarte para seguir por donde lo dejamos. Yo me acuerdo perfectamente. Espero que tú también te acuerdes. Un beso.

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