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Aclowntratemps: El diario de trabajo de la compañía.
Literatura Propia: Escritos poéticos de mi puño y tecla.
Reflexiones sobre el Teatro: Pues eso.

lunes, 22 de febrero de 2010

A ti, que aún no has venido, para cuando te vayas.

Tengo un extraño recuerdo de ti. Es un recuerdo azul y gris, con olor a café y a tostadas, y el sabor de un beso humedecido con lágrimas...



Recuerdo el “¿nunca volveré a verte?” como una canción de cuna que me invitó al sueño eterno y al despertar de la locura, al abandono de las malas compañías y a las copas de hiel y aguardiente. A las babas de madrugada que registraban el camino de vuelta a casa y que me guiaban noche tras noche al mismo infierno etílico de peleas e insultos, de filosofía trasnochada y risotadas blasfemas, donde las canciones más suaves eran los gemidos que las putas inventaban mientras vaciaban mis bolsillos y las únicas oraciones las que vomitábamos los borrachos postrados ante la taza del váter.



Recuerdo el “adiós” como un “mañana no estaré aquí cuando despiertes” ... así que desperté... y al abrir los ojos el azul se hizo gris, y el gris se hizo negro. El levantar fue lento y el caminar pesado. La mesa siguió soportando el peso de dos tazas vacías durante muchos sueños. Pero en el armario no quedaba café, ni en mis labios besos. Solo lágrimas. Lágrimas y una cama fría que nadie ha vuelto a calentar.



Pero ha llovido y ya no vierto lágrimas en ningún vaso, en ninguna copa. Las rompí todas. Dejé que el agua arrastrara el calor pasajero que humedecía mi cama y entumecía mis sueños, grises entonces, y ahora azules por la distancia. Pero todavía tristes por el recuerdo del adiós, del café que ya no huele, de las tostadas y de las lágrimas sin beso.



Ahora solo pienso en qué ocurrirá mañana cuando no me acuerde de ti, cuando dejen de dolerme los recuerdos, cuando las tazas vuelvan a reposar limpias en el armario y en la mesa solo pesen las flores. ¿A qué olerá el café, a qué sabrán mis tostadas? De mis besos no me importa nada; ya habrá quien me los devuelva. De mis lágrimas estoy tranquilo, no han de correr por ti. De mis sueños solo me inquieta el color, porque han sido tan uniformes que temo que me escuezan al principio, aunque me acostumbraré enseguida. De la que fue nuestra cama ya no he de volver a preocuparme. La mandé quemar. Incluso esas llamas me parecieron frías, pero nunca más... nunca más...

Para mí se terminó el invierno

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