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Aclowntratemps: El diario de trabajo de la compañía.
Literatura Propia: Escritos poéticos de mi puño y tecla.
Reflexiones sobre el Teatro: Pues eso.

lunes, 22 de febrero de 2010

Perfume

Guardé tu frasco de perfume en mi cajón de los calzoncillos porque no quería que lo encontraras. Sabía que te irías tarde o temprano, pero jamás dejaría escapar tu esencia, y por eso lo guardé. Cuando me quedé solo abrí el cajón, cogí el frasco y me senté en el borde de la cama. Me acerqué el frasco a la cara, pero no me atreví a abrirlo. Si no es en tu piel no es lo mismo. Volví a esconder la botellita y cerré el cajón. Volví a abrirlo para sacar unos calzoncillos limpios, me vestí y salí de casa. Entonces lo pensé mejor y volví a entrar. Saqué de nuevo la botellita y la dejé abierta en un rincón de la habitación. Pensé que lo mejor sería que la casa oliera a ti cuando regresara.

Caminé durante horas. Recorrí toda la ciudad. Compré un paquete de tabaco y lo tiré. Mientras lo abría decidí dejar de fumar. En un momento, no recuerdo cual... creo que fue a la entrada de un cine, percibí tu olor. Una había una chica que olía a ti. Alguien que no eras tú pero que usaba tu mismo perfume. Pensé en el frasco abierto en mi habitación y por un momento tuve miedo de que al llegar me confundiese y me acordara de la chica de la entrada del cine. Empecé a sudar angustiado. No podía soportar la posibilidad de olvidarte, o de confundirte... de que hubiera otra en mi mente ocupando el lugar que dejaste cuando te fuiste... No...

Entonces me concentré. Cerré los ojos apretando mucho y pensé en ti, en tu cara, en el retrato que tengo sobre la mesilla de noche. Recordé el olor que todavía no había escapado de mi nariz y traté de visualizar tu cara, pero se me aparecía la chica que había visto entrar al cine. Luché contra eso, pero no podía vencer la imagen de la chica rubia sonriente que entraba al cine sola. Traté de ponerle tu cara. De colocar la imagen de mi mesilla de noche en su cuerpo... Entonces lo tuve claro. Sabía lo que tenía que hacer. Volví sobre mis pasos y me acerqué de nuevo a la puerta del cine. Compré una entrada y entré. La película aún no había empezado y una luz tenue de sala más el reflejo del publireportaje me permitían distinguir las caras. Busqué a la mujer que olía igual que tú. La encontré en la fila siete, en el centro. Recuerdo que tú también solías sentarte ahí. Me senté a su lado y comencé a hablarle como si estuviera hablando contigo, como si la conociera de toda la vida, como si ese olor fuese el tuyo y como si yo lo hubiese creado para ti. Vimos juntos la película y después salimos a cenar. Seguimos hablando y riendo como si ese olor nos hubiera acompañado siempre. Tomamos unas copas y bailamos como si la música formara parte de ese perfume que nos rodeaba y nos acercaba como si fuéramos nosotros, tú y yo, en vez de nosotros, ella y yo.

La acompañé a su casa, y en la puerta nos abrazamos y nos besamos hasta que su(tu) perfume atravesó mi piel, perforó mis huesos y se instaló en mi alma. Subimos y al abrir la puerta toda su casa olía a ti (y a ella), y recordé el frasco de perfume en un rincón de mi habitación. Fui y lo cerré y lo volví a esconder en el cajón donde guardo los calzoncillos mientras tu me esperabas en tu habitación. Entré en tu cama e hicimos el amor hasta que se nos cerraron los ojos.

Cuando desperté ya no estabas. En la habitación solo quedaba mi ropa, mi cartera y tu perfume, entonces te recordé y me sentí sólo. Fui hasta mi cuarto y abrí el cajón de los calzoncillos.

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